Personajes Urbanos

Titi, regalando saludos a su paso por las calles de La Lonja.

El hombre que cada día celebra la vida


>Por Marcelo Laffitte

El barrio La Lonja, en Pilar, es como un pequeño pueblo del interior. Allí muchos nos conocemos y es natural ver gente saludándose por la calle.

Las amas de casa recorren los negocios con sus bolsas de compras. Algunas se detienen para conversar. El afilador y el botellero recorren las calles y una inmensa cantidad de pájaros hacen oír su canto.

Todo conforma un paisaje sereno y hasta bucólico que nos remite a algún poblado serrano. Lo cierto es que el perfil de La Lonja parece desmentir que estamos a solo media hora de la Capital Federal.

En ese contexto sobresale la figura de un querido personaje al que es fácil encontrarlo arrastrando su desvencijado carrito de compras, generalmente cargado de cajones de madera, que seguramente acumula en su casa para encender el fuego.

Casi nadie conoce su verdadero nombre –todos lo llaman Titi- sin embargo se ha convertido en un vecino entrañablemente querido por todo el barrio.

El rasgo que más sobresale de su extrovertida personalidad es su simpatía. Puede llegar a tardar mucho tiempo para recorrer una cuadra porque no dejará absolutamente a nadie sin saludar, ya sea que lo crucen caminando o que se desplacen en vehículos. Y su saludo, sin excepción, irá siempre cargado de tanto afecto que la gente no tendrá otra alternativa que retribuirle con la misma cordialidad.

Pero lo realmente paradójico es que Titi despliega su singular magnetismo y cordialidad a pesar de una limitación física muy severa que le impide nada menos que hablar. Un Accidente Cerebro Vascular (ACV) le diezmó la posibilidad de hilvanar palabras pero no pudo con sus obstinadas ganas de comunicarse. Tras el ataque ya no puede dominar medio cuerpo, sin embargo, con el resto se traslada por todo el barrio. Y con las cinco o seis palabras que le quedaron como todo lenguaje, él se las ingenia para decirle a la gente que la quiere. Que le da mucho gusto encontrarla y que, en definitiva, el estar vivo sigue siendo un motivo para celebrar.

Quienes lo tratamos a diario sabemos todo lo que quiere expresar cuando pone sus dos manos a la altura del corazón o cuando levanta con énfasis el pulgar. Y hasta desciframos la profundidad de lo que siente cuando deja escapar una lágrima.

Mientras Titi, con su calidez humana embellece aun más el particular encanto de La Lonja, en el otro extremo de la vida van los que, teniendo todas las herramientas para la comunicación, son incapaces de brindar un saludo, de extender una mano o de regalar una sonrisa. Son los verdaderos discapacitados, los que han sufrido un ACV en el alma y como resultado han quedado limitados para entender el auténtico sentido de la vida.