por Lauda Domínguez Lase
Hoy, hace exactamente una semana, que regresé a mi país después de vivir la experiencia más transformadora de mi vida.
Viajar por el mundo sin tiempos ni ataduras era mi sueño desde hace muchos años. Me fui sin saber cómo ni cuándo iba a volver a pisar suelo argentino. Y definitivamente mi imaginación no iba a ser suficiente como para pensar que mi regreso iba a ser en un avión militar, sola y en el medio de una pandemia.
Este viaje sin duda alguna me dio mucho más de lo que esperaba, transité las emociones más intensas en lapsos brevísimos de tiempo. Lloré de felicidad y también de tristeza.
Supe que vivir en el mar era más hermoso de lo que imaginaba, que las despedidas pueden sentirse como el fin del mundo, que el mango compartido es más dulce que un barril lleno de azúcar, que los idiomas son planetas nuevos por descubrir, que una amistad puede gestarse en lo que dura una caída de sol y que nada, pero NADA es seguro en esta vida por más planeada que la tengamos.
El compromiso más serio que tuve fue ver el sol esconderse en el Pacífico cada tarde y agradecer al universo por regalarme tanta hermosura.
Aprendí a estar sola y disfrutarme, me reencontré con la escritura después de 10 años de extrañarnos.
La videollamada fue mi refugio secreto con lxs imprescindibles. Cumplí el sueño de hacer música y actuar en el hostel más lindo del mundo, me enamoré del plátano y sus mil maneras de disfrutarlo. Confirmé que la magia existe y habita en una mirada.
Volví. Pero no volví para quedarme. Volví para seguir cumpliendo sueños, para poner el deseo en primera persona.
Volví para marcar nuevos destinos en el mapa, para abrazar mis decisiones y disfrutar de los míos.
Hace poco me dijeron que a ver cómo me pegaba el regreso ahora que volvía a la realidad, a “la vida de verdad”.
Pero la vida de verdad es esa que queramos construir.
Yo encontré la vida que salí a buscar, con errores y aciertos, y eso no lo detiene ni el peor virus del mundo. Este es un día más del viaje. Hoy ese destino es Argentina y este presente, mi libertad.
Ahora sé que mi vida entra en una mochila y que ya no sé vivir sin escucharme.
