“Cuando pisé Ezeiza, reviví”

Hugo Navarro (70) se fue a Europa con toda su familia. Pero Derqui tira más que una yunta de bueyes, y volvió a la esquina que lo vio crecer.

Una decisión fuerte. Vender todo, subir a un avión y arrancar de nuevo en otro país. En este caso, Italia.

“Partimos el 11 de diciembre del 2022, el día que la Selección Argentina jugaba la semi final de Qatar”, sonríe el vecino.

Buenos Aires – Roma – Lamezia, de ahí a Soriano (Calabria); un pueblito milenario con casas de piedra, callecitas de adoquines, playa, montañas y jabalíes salvajes.

“Justo en el empeine de la bota, ahí vivíamos, un paisaje espectacular, nuestra casa estaba arriba de la montaña, ahí estuve un año y dos meses”, se suelta Hugo en la esquina de Iparraguirre y Sarmiento, donde arrima la calle Antonio Toro toda la mística de la bohemia derquina.

“No aguanté más y me vine, es terrible lo que tira Derqui, los amigos, el desarraigo, la familia. Allá era muy difícil la comunicación, los últimos tres meses no salía de mi casa. Hace una semana que llegué y no paro de hablar”, suelta otra carcajada.

Buscamos imágenes del paisaje por internet y vimos un paraíso, mil ochocientos habitantes en un lugar soñado para esta familia derquina que se fue en comitiva. Once viajaron, diez se quedaron.

“El lugar era muy bonito, pero tenía una contra, para ir al supermercado había que bajar quince cuadras… y después subir”.

A veces escuchamos sobre irse, más en estos tiempos de inflación al palo y aumentos por las nubes. Jugársela en otro país, dejarlo todo como nuestros antepasados, pero a la inversa.

“Allá no hay tiempo, todo es muy tranquilo, no hay basura en la calle, un día se saca el papel, otro día el plástico. Pero la verdad, cuando llegué a Ezeiza, reviví”, afirma Navarro sentadito en el barrio que lo vio crecer y con una sonrisa de oreja a oreja.

Derqui abraza a sus hijos. Hace dos semanas que el vecino no para de charlar, caminar, reencontrarse con los afectos de acá, “la verdad, estoy muy feliz”.

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