por María Almeida

Todos sabemos que creer en nosotros mismos es el primer paso de muchos, para hacer real nuestros sueños. Que la fuerza de voluntad, las ganas de comerse el mundo, el esfuerzo, la perseverancia, entre otros son primordiales.
¿Por qué sería distinto con las personas con autismo?
Muchas de las familias, al recibir el diagnóstico de sus hijos, escuchan de parte de “los especialistas” la frase “su hijo no va a poder…” y con esa frase un sinfín de estigmatizaciones que pueden ser condicionantes para ese niño y su familia.
Si a una persona se le dice “no podés”, “no sabés”, “no servís” puede que se lo crea… y nuestros hijos, también.
Y aquí quiero compartirles un cuento, que me compartieron cuando era niña y que marcó mi vida.
“Había una vez, hace ya algún tiempo, un padre y un hijo fueron al circo que, en esos días, visitaba la ciudad. Antes de la función se permitía a los visitantes que pasearan entre las jaulas para poder contemplar a las fieras salvajes que más tarde aparecerían en el espectáculo.
Jirafas, tigres, leones, osos pardos… El niño estaba alucinado, impresionado… Pero algo llamó poderosamente su atención… Y se lo hizo saber a su padre:
–Papá, fíjate en ese elefante… Es enorme, gigante, y en lugar de estar encerrado en una jaula inmensa, está atado por una pierna a una estaca clavada en el suelo. ¿No te parece que podría romper la cadena que le sujeta con mucha facilidad?
–Estás en lo cierto, no comprendo por qué el elefante no se libera.
Decidieron preguntarle al domador para que les aclarara sus dudas.
– Oh –les dijo–. Esta es una de las mayores enseñanzas que he obtenido yo del circo… Os felicito por haber percibido el detalle. Os lo voy a explicar: estáis en lo cierto, este elefante podría arrancar la daga que le mantiene sujeto, simplemente con proponérselo… Pero no lo hará.
–¿Por qué? –preguntaron padre e hijo al unísono.
–Nació en cautividad y al poco de nacer se le ató una cadena en la pierna y se le fijó a una daga clavada en el suelo como la que hoy habéis visto. El pobre animalito luchó y luchó para intentar liberarse, estuvo días y noches peleando con la cadena, intentando arrancar la daga… Meses de lucha sin cuartel que terminaron con un pequeño elefante cansado y rendido, que renunció a luchar más porque había asumido su derrota. Y, aunque ha crecido y con su fuerza actual podría liberarse sin esfuerzo, su mente le mantiene cautivo.
Padre e hijo estaban atónitos. ¡Podía escapar y no lo hacía porque desconocía su actual potencial, porque había asumido como permanentes sus limitaciones de infancia!
–Hijo mío, recuerda bien la lección que hoy hemos aprendido: aunque intentes algo y no lo consigas, no dejes de intentarlo… Porque puede que tus nuevas aptitudes te hagan apto y capaz de lo que antes para ti era un imposible.”
No permitas que nadie te diga hasta dónde va a poder tu hijo, ni tú. No le pongas techo, ni permitas que nadie lo haga. Cambia tus creencias, sobre ti y sobre los otros. Cambia tu manera de pensar y sentir sobre aquello que crees que son “limitaciones”. Piensa en tu hijo y en ti mismo, como una persona “apasionadamente imperfecta”, con “un potencial ilimitado”. Cree con todo el corazón que, si algo no resulta hoy, tienes que volver a intentarlo. Permítete caer mil veces, pero levántate mil y una vez más. Confía en tu niño, y en ti. Entiende que quizás tus tiempos no son los de tu hijo y que cuando sea su momento, sucederá. Perdónate como padre, no hay nada que podrías haber hecho para evitar que el autismo llegara a la vida de tu hijo, pero sí puedes hacer mucho para que se supere, un paso a la vez. Ámate y ámalo infinitamente… El amor es el motor de todo.
Aun partido en mil pedazos, junta tus partes y sigue adelante… hazlo un día a la vez. Elige tus batallas, y toma cada situación como una oportunidad… y por sobre todas las cosas elige ser feliz. De eso se trata. No es fácil, claro que no lo es… pero te aseguro que vale la pena. Te aseguro que ello dignificará tu vida.
Tener un hijo con autismo, o dos como en mi caso, no es fácil. Todo es mucho, y mucho puede ser devastador, pero cuando eso sucede, me permito caer, soltar todo aquello que no me permite avanzar y sigo… sigo por ellos, por mi familia, por mí… porque lo merecemos. A veces con más fuerzas, otras con menos… pero seguir siempre es la mejor opción.
Y hablar de autismo, sumar mi granito de arena, es parte de ese levantarme porque tengo la esperanza de que cuantos más seamos los que alcemos la voz de nuestros hijos e hijas, hasta que ellos alcen su propia voz, “un mundo en el que quepan todos los mundos será posible”.
Por eso yo hablo de autismo, ¿y vos?