Jorge Urtasun, 65 años, comerciante de toda la vida, hijo de Tito y Ema, hermano de Rodi. Lleva adelante la única casa de sepelio que tiene la ciudad, J. Ponce de León.
Estudió en la Escuela 11 y la 27. Hizo la secundaria en la ENET de San Miguel.
“Mis abuelos tenían un tambo grande en el campo de la señorita Figalo, cerca del arroyo Pinazo. Después mi padre compró una parte del corralón que funcionaba acá en frente, con don Alfredo y Juan Borsani”, cuenta desde su oficina de Av. de Mayo 363, a metros de la Comisaría.
Carito García, Juancito Guarrie, el gordo Alfaro, Ramón Domínguez, algunos nombres de sus amigos de juventud.
“Cuando yo era chico vi hacer los primeros asfaltos, pagados peso a peso por los frentistas. Me acuerdo cuando trajeron la luz, con mucho esfuerzo. Después, en mi adolescencia, pusimos un boliche bailable en el entrepiso del Club Unión, con el loco Perrota y Eduardo Alfaro. Eso fue una aventura interesante”, sonríe Jorge.
También tuvo la primera disquería de Derqui, en uno de los locales de la casa paterna. Nombres y lugares viajan en sus recuerdos y van armando el rompecabezas de su historia familiar y la del pueblo. Don Ernesto Alpiggiani, don Aurio Fernández Alonzo, don Ali Geder y sus abuelos.
“Miguel Urtasun y Clara Dumont, mis abuelos, fueron argentinos de primera generación. Mis bisabuelos eran todos vascos”, cuenta el hombre.
Su paso por el corralón de su padre lo tuvo primero como peón y después como patrón, con los hermanos Reyes. También tuvo una inmobiliaria y agencia de seguro.
Ahora, y desde hace varias décadas, es el responsable de la cochería.
“Ponce de León está en Derqui desde el año ‘73. Después hubo un impase y desde el ‘92 estamos de manera ininterrumpida acá, sobre Av. de Mayo”.
–¿Cómo se trabaja en este tiempo de pandemia?
–Hoy no se pueden realizar velatorios, se organizan despedidas con un protocolo que estipula tandas con un máximo de 5 personas, respetando el distanciamiento. En el cementerio es lo mismo.
–¿Ypara el caso de una muerte por Covid?
–Lamentablemente va directamente al cementerio sin despedida, por el camino más corto en el menor tiempo posible.
Una entrevista amena, entre el Derqui de antes y el actual, de la mano de un laburante que toda la vida se dedicó al comercio local.