CHAUCITO MADRE JOSEFA

 Por Hernán Nemi

El último jueves 2 de febrero falleció la Madre Josefa, rectora durante muchísimos años –y hasta 1998- de la sección secundaria del Instituto Madre del Divino Pastor, de Pilar.La MadreJosefase llamaba en realidad María Rosa Fernández Saucedo y fue una de las mujeres más lúcidas, inteligentes y comprometidas que haya conocido Pilar.

Yo comencé a trabajar como docente en colegio Madre del Divino Pastor en 1995, con ella como rectora. Hoy me gustaría recordarla a partir de tres hechos concretos, que creo que expresan un poquito de lo que fue Josefa. El primero ocurrió en 1995. Yo daba clases de Literatura a las chicas de quinto año. Como trabajaba los lunes, había perdido varias clases por feriados. Entonces le pregunté a Josefa si podía recuperar horas un miércoles, porque tenía que tomar una evaluación en un quinto año. En aquella época yo vivía en Palomar (al igual que ahora) e ir a dar clases a Pilar significaba más de una hora y media de viaje en tren y colectivos. Cuando ese miércoles llegué al colegio, el aula de quinto estaba vacía. Busqué a Josefa y le pregunté que había pasado. “Están de convivencia en el gimnasio”, me respondió. Entonces le recordé que habíamos acordado que ese día les tomaría una evaluación, que ella me había dado el visto bueno y que yo venía especialmente desde Palomar por ese examen. Nunca voy a olvidar su respuesta. Me miró serenamente y con su tono siempre bajo (y sabio) me dijo: “Mirá, Hernán. Ayer estas chicas tuvieron una discusión en el aula y se dijeron cosas muy feas. Por eso decidí hacer hoy una convivencia de todo el día. No puede ser que se traten así, que se hieran con lo que se dicen. Para el colegio es muy importante que aprendan Lengua, Matemática y todas las materias. Pero lo que más nos importa es que sean buenas personas, que se respeten, que sean chicas de bien. Por eso hoy vamos a estar todo el día reflexionando juntas sobre lo que pasó ayer”.

El segundo recuerdo es de un viaje de egresados a Bariloche, viajes que ella acompañaba junto con otros docentes. Un domingo alrededor de las cinco de la tarde le dije que me iba a dormir un rato y que a las siete pensaba levantarme para acompañarla a Misa.  Me respondió: “No hace falta. Vos ya cumpliste con Dios porque estás todo el día al servicio de Él, cuidando a las chicas. Descansá bien que estás cansado. En este viaje todo el tiempo estamos trabajando para Dios… es una larga catequesis de diez días. Porque es fácil dar catequesis en la parroquia o en el colegio, pero el desafío es estar al lado de las alumnas acá, en las excursiones, en las salidas, en los boliches, para ayudarlas a ver que se pueden divertir sin dejar de ser buenas cristianas, que pueden estar en el boliche y ser fieles a sus principios y cuidarse y no perder su dignidad”.

El último recuerdo es de hace pocas semanas, del mes de diciembre. Hablando conla MadrePilar, otra de las hermanas franciscanas del colegio, me dice que no es tarea fácil cuidar a las seis monjitas ancianas y enfermas que actualmente residen en el colegio. Pero que cuidar a Josefa es un gusto, porque a pesar de que está muy delicada de salud, “ella siempre está agradecida por todo lo que hacemos. Y nos hace sentir bien por cuidarla”.

Esa ha sido Josefa. La monja valiente que siempre supo que aprender de la vida era más importante que aprender cualquier contenido curricular. La que se animaba a acompañar a sus alumnas a Bariloche porque estaba segura del trabajo realizado y de que las chicas responderían bien. La que a pocos días de morir era capaz de pensar en gratificar a las hermanas que la cuidaban. Para cientos de pilarenses el sello de Josefa quedará grabado por siempre en el corazón. Yo en lo personal siento que nadie me enseñó tanto sobre didáctica, sobre pedagogía, sobre cómo ser un buen docente comola MadreJosefa.

Y un día de febrero ella se fue. Con su rostro serio, su mirada tierna, su cuerpo endeble y su voz serena. Con su lucidez sorprendente. Con su compromiso inclaudicable como religiosa y  educadora. Josefa ya está en el cielo. Pero somos muchos los que sentimos que su sabiduría, su sencillez, su fraternidad y todo lo que nos enseñó nos va a acompañar hasta el último día de nuestras vidas.  Josefa ofreció su trabajo y su vida para que el mundo fuera un poco mejor. Y sin duda lo logró. Hasta siempre, Madre Josefa. Chaucito, Josefa queridísima. Misión cumplida. Gracias por todo. Podés descansar en paz.

Madre Josefa
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sábado, 15 marzo, 2025

  Edición N°: 1755