
Hoy el mundo se siente un poco vacío y triste, pero dejaste nuestros corazones llenos de vos.
Nos enseñaste que la vida es mucho mejor con risas y buenos momentos, porque eso era tu mejor característica. Siempre fuiste un tipo lleno de valores, de esos que da orgullo haber conocido: tan leal, bondadoso, siempre predispuesto a ayudar y estar en cada momento.
Fuiste más que un padre, hermano, tío o amigo: fuiste nuestro. Nuestro cómplice, un gran protector.
No existe un solo recuerdo a tu lado que no esté lleno de alegría y risas, esas que solo vos sabías provocar… y cuánto se extrañan. Cuánto se te extraña.
Repartiste tanto amor y confianza cuando eras el cartero de Presidente Derqui, que cosechaste amistades profundas y duraderas. En cada uno de nosotros marcaste una huella imborrable.
Y dedicaste muchos años a tu amado kiosco, ese rinconcito que fue parte del crecimiento de tantos chicos del colegio, que hoy ya son padres y te recuerdan con tanto cariño.
Hoy nos duele tu ausencia, pero tu amor y tu humor siguen vivos en cada uno de nosotros, en cada anécdota -hay miles-, porque vos, Rober, te quedaste en lo mejor de cada uno de nosotros. Te amamos por y para siempre.