Una obra inédita escrita por Walter Waisman, quien nació en abril de 1946 en Tartagal, Salta, en un hospital perteneciente a una conocida empresa petrolera.

Waisman pasó su niñez y adolescencia en campamentos de esa misma compañía, trasladándose tanto al norte como al sur del país junto a su familia hasta que comenzó sus estudios universitarios en la Universidad del Sur, en Bahía Blanca. Desarrolló toda su carrera profesional en Esso/Exxonmobil, trabajando en Refinería Campana primero; en el área de lubricantes más tarde; y, finalmente, en la Refinería Chalmett, en Nueva Orleans, Louisiana, Estados Unidos.

“Lo que quiero resaltar con este libro es la importancia de la historia de nuestros antepasados. Ellos nos dieron la oportunidad a nosotros, sus hijos, de estudiar y ser mejores, rompiéndose el lomo en los primeros pozos petroleros de nuestro país. Gracias a eso nuestros hijos y nietos, o sea, sus bisnietos, tienen más oportunidades en la vida”, destaca Walter Waisman, orgulloso con su libro en mano, una obra llena de experiencias de vidas reales, contadas con un lenguaje al alcance de todos. Historias narradas con tinte literario repartidas en capítulos casi mágicos: El tigre, Moisés Ville, Cutral Có, El paludismo, Los Díaz/Lasteche, Langostas, Las cacerías, Los Chihuidos, son algunos de ellos.
“Darles la posibilidad de acceder a esta información es lo que trato de cubrir con este libro, evitar que esos ancestros y personajes que ya no están, así como las bellísimas y en muchos casos ejemplares, esforzadas y sufridas historias de sus vidas; desaparezcan”.
Waisman reside en campana, formó una familia con quien fue su novia desde la niñez. Es padre de dos hijos, un varón y una mujer, que le dieron la alegría de ser abuelo de cinco nietos. Actualmente, involucrado en la organización del Rotary Internacional, colabora en la identificación y ejecución de proyectos de servicio a la comunidad en la ciudad de Campana.
“Alguna vez, siendo niño, tuve el infantil pensamiento de que era injusto que las personas desaparecieran al morir. Más tarde llegué a la conclusión de que si después de nuestra muerte alguien nos recuerda de alguna forma, sea por lazos familiares o por referencias de cualquier tipo, no volvemos a la vida pero sí a una especie de ‘resucitación temporal’, cual personajes que emergen de las hojas abiertas de un libro”.
