Por Victor Koprivsek
Cuando tenía un auto en Remises Unión, en la agencia que estaba pegadita a la plazoleta de la estación del San Martín, conocí a la abuela Lupe.
Una mujer de tierra, hecha de amor y sencillez. Andaba de pura sonrisa arrimándonos comida y abrazos, volviéndonos más humanos con su cálido buenos días.
Lo bueno de Derqui es que nadie se va del todo.
Don Mengoni, doña Teresa, don Peralta, doña Lucy, acá se quedan como la abuela Lupe, charlando en las veredas sin tiempo, recordando las travesuras de sus hijos, sentados en las puertas de sus casas recordando los viejos carnavales de ayer.
Dios te tenga en la gloria, querida vecina. Y le dé consuelo a tu familia en esta despedida difícil hasta que se vuelvan a encontrar en la mesa larga de los domingos con nietas y bisnietos, para que no falte nadie a la cita de los afectos más cercanos al corazón.
Que en paz descanses, abuela Lupe, Derqui no se olvida de la gente como vos.