Derquinas y derquinos hablando de Derqui

(de izq. a der.) Doña Irma Allindo de Mengoni, don Felipe Santoro y Carlos Gargiulo, en una esquina con historia divirtiéndose sin celulares.

La mesa de café es una sección de vecinas y vecinos alrededor de una mesa contando historias de su vida. En este caso en La esquina de las letras (San Martín e Iparraguirre), debajo del alero de la Librería El Bodegón.

“Yo nací en Presidente Derqui cuando era un pequeño pueblo, año 53, de casas aisladas, todos se conocían y todos sabían lo que hacían todos. Estudié en la Escuela 11 que en ese momento tenía cinco aulas. Después trajeron tres vagones de tranvías y así se pudieron completar las aulas necesarias para la primaria. Nosotros vivíamos en una casa de madera y chapa que después mi padre fue construyendo de material. Era una época donde los inmigrantes trataban de agruparse y ayudarse entre ellos para levantar su propia casa”, cuenta Carlos Gargiulo.

Después estudió la secundaria en el industrial de San Miguel, estuvo a punto de abandonar, pero no lo hizo y terminó. Al tiempo se casó y se fue a vivir a Ciudadela “cuando se puso picante, nos fuimos a vivir a Devoto, y ahora que los hijos están grandes, ya casados, volvimos a Derqui, tenemos una casa que veníamos de fin de semana y ahora a punto de cumplir 50 años de casados con mi esposa pasamos más tiempo acá que allá”.

Mientras charlábamos con Carlos se sumó a la conversación doña Irma Allindo de Mengoni, que cumplió años (94) el 4 de mayo y es una gran amiga de El Apogeo.

“La madre de él era conocida mía, del pueblo. Éramos muy poquitos. Yo también estudié la primaria en la Escuela 11, pero cuando estaba frente a la Estación Toro, un lugar histórico para nosotros”, cuenta doña Irma.

“Iba a bailar al Salón de los Espejos del Club Unión, éramos contra del Derqui. En ese tiempo había un alambrado que separaba el pueblo viejo del pueblo nuevo. Cuando se jugaban los partidos de fútbol entre los dos clubes, se armaba cada una”, sonríe al recordar.

En eso estábamos cuando pasó otro vecino y se sumó a la charla: don Santoro.

“Los de este lado de la diagonal no podían pasar para aquel lado. Había pica, mirá, yo fui al colegio a la 11, como todos, y mis compañeros eran todos de este lado y yo no, siempre viví del otro lado, en Barrio El Bajo. Yo estudié con los dos Carpegna, Alberto y Julio, Nenin Gómez, eran todos de acá y cuando terminábamos las clases, nos íbamos a jugar al fútbol en la cancha de Chambroni, pero los otros no podían pasar”, describe Santoro.

“Los primeros que empezaron a organizar las matinés de los domingos en el Club Unión fueron Rubén Perosio, Hugo Correa y Arturo Vidal, cuando estaba en Av. de Mayo y Rivadavia. Después agarramos nosotros con Alberto Sosa, Horacio Rosso y Mingo Alanís. Yo soy vitalicio de los dos clubes”.

Se podrían escribir varios libros con las historias que contaron. Una de las más asombrosas, y con varias versiones, es la del cantante Juan Ramón que fue contratado por los dos clubes con apenas unos días de diferencia entre un show y el otro.

“Se armó una podrida bárbara”, sonríen todos.

Y qué lindo es ver reír a nuestros vecinos al recordar sus historias compartidas. Seguramente así será mañana con los pibes y pibas de hoy. Ojalá.

Las chicas de Derqui no tienen edad

Tres Marías encontradas detuvieron el tiempo en una de las esquinas más transitadas de la ciudad. María Estela Botto, María Angélica García y María Gracia Korpivsek (de izq. a der.).

 A puras risas, encontramos a las tres Marías conversando en una esquina muy transitada, estamos hablando de la Diagonal Pacheco (Perón) en el cruce de Dorrego e Iparraguirre.

Una charla muy entusiasta las tenía de protagonistas entre el ruido de los colectivos, los bocinazos de los autos, algún que otro valiente que cruzaba en bicicleta, en fin.

 “Yo nací en la casa donde estoy viviendo, mi madre, María Angélica Manau, fue asistida por doña Amábile. Mi padre, Manuel García, muy conocido, tenía un almacén de ramos generales que repartía en las quintas, primero con carros y después puso la panadería en Dorrego y Quintana”, describe una de las Marías.

 “Yo conocí Derqui a los 12 años y después vine a vivir a los 26. Después me fui y volví definitivamente en el año 94. Mi tía vivía acá, compró un lote en Eva Perón y Quintana y mis padres compraron al lado de su casa”, avanza en la charla otra María, en este caso Botto.

Una mujer de lectura de libros, de ver series, que vivió muchos años en Capital.

“Aunque no soy tan buena lectora como antes, soy de agarrar un buen libro. Por estos tiempos las pantallas están ganando la partida”, sonríe y deja algunos autores recomendados como Isabel Allende, Manuel Puig, Julio Cortázar y García Márquez.

 De la tercera María encontrada, solo diremos que si hay belleza en el mundo es porque su andar por las calles derquinas aún sigue siendo un asombro hecho de encanto.

María Gracia Koprivsek, “la Tana Maringa”, hermana del “Tano Yoyi” fundador de este periódico, es parte de la familia de El Apogeo Diario. Y la amamos.

De menor a mayor

(de izq. a der.) Rodolfo Urtazun (66), Quique Basterrica (85) y Eze Boragno (39). Derqui vale.

Caminando por las calles de Derqui uno se encuentra con gente hablando en las veredas. En la puerta de los comercios, por ejemplo, esta foto que sacamos en el frente de la Panadería Boragno.

Cosas del barrio quedarse conversando después de comprar el pan. Y ya venimos desde hace algunas ediciones con estas imágenes que no son preparadas, sino más bien espontáneas.

“Yo tengo una para contarte, pero no la puedo justificar, nací el 13 de junio por eso me llamo Rodolfo Antonio (por San Antonio, patrono de la ciudad), pero como no había Registro Civil mi papá me anotó el 24 de junio”, se ríe Rodi Urtazum.

“Yo empecé a venir a Derqui en la década del 60, vine a jugar al básquet, después fui entrenador y al final me quedé a vivir. Pasate por casa que vino mi hijo Lucas, de Canadá, así le hacés una nota”, invita el “loco” Quique.

“Lo más lindo es el club, hace como ocho años que estoy comprometido con el Derqui. Yo me crie ahí y ahora está mi hijo y es como que vuelvo a vivir de vuelta todo lo que yo hice antes, pero como padre. Hay muchos hijos de las generaciones que hoy tenemos cuarenta años. La vida de club es lo mejor que hay”, destaca Eze Boragno.

Entrevista al paso. Foto epígrafe. Cuando se parla en la vereda, el Derqui de ayer vuelve al presente y es como un guiño de la vida que nos sonríe de pasada.

Gracias, muchachos, por la buena onda y la confianza en El Apogeo de Derqui.

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martes, 24 junio, 2025

  Edición N°: 1857