
por Victor Koprivsek Velárdez
No es fácil construir el sentido de lo nuestro. Es una mesa tendida con amor, aunque haya escases. Es un postrador que no claudica, aunque vengan las piñas de todos lados. Es una camiseta que se defiende en las buenas y las otras. Es el potrero donde seguís encontrándote de pibe rodeado de amigos.
El viernes 21, minutos antes de la medianoche, escuchaba Radio 10 con mi compañera y Carlos Polimeni dijo algunas cosas importantes. Habló de Miguel Abuelo, del flaco Spinetta, de Charly; era el Día Internacional de la Poesía. Habló de “lo propio”.
Lo expresó así: el sentido de lo propio.
Justo tenía que escribir esta editorial y me dejó pensando. Porque en Del Viso hay tanto de eso, de “lo propio”, de “lo nuestro”. Digo, la estación, por ejemplo. Sí, el edificio. Es el corazón del centro comercial, de los negocios con historia… frente a la estación, a dos cuadras de la estación, de la estación de acá, de la estación de allá.
Lo propio. Lo nuestro. La construcción del sentido profundo de quién sos, de dónde venís, qué caminos cruzaste una y mil veces. La escuela, por ejemplo. Para los que pintan canas, la 10 de Del Viso.
Me gusta hablar de las raíces.
Son importantes las raíces para el sentido de “lo propio”.
Del Viso está lleno de raíces. Se entrecruzan por debajo de la tierra y se unen de una punta a la otra de la ciudad. Son familias, son apellidos, nombres, personajes, personas que no se fueron, aunque físicamente ya no estén.
Otra vez, lo propio. Lo nuestro.
Esta es una edición especial, de un tiempo especial. Porque es innegable que estamos viviendo un tiempo tan… como decirlo, raro.
Por eso mismo es que destacamos, más que nunca, lo propio. Lo nuestro. Así que en las páginas que siguen se van a cruzar con eso, una vez más. Un mes más, un año más, un impulso más en contar su historia.
Gracias a nuestros auspiciantes por bancar, por apoyar, por permanecer.
Bienvenidos a El Apogeo de Del Viso, dieciséis es un montón de tiempo. Gracias por hacernos parte de esta comunidad.