“Pinta tu cuadra y pintarás el mundo”

Fernanda Bertazzo y Matías Álvarez Lembeye, Ramón (12 años) su hijo, falta Rosario (11), pero están Mora y Niceto (el bebé), sus sobrinos. Esta foto ya está enmarcada para siempre.

Por Victor Koprivsek

Tal vez se repita en todo el mundo este axioma que no falla: la primera barra de amigos y amigas es la de tu cuadra.

Cuando de pibe volvías del colegio y revoleabas la mochila para salir a jugar a la vereda y enseguida se armaba el picadito, la escondida, la mancha, o simplemente nos sentábamos en el cordón a ver pasar la vida.

Por eso, el kiosco de la cuadra era un altar sagrado. Todas las monedas de tus viejos iban a parar ahí. ¡Son tantas las golosinas en la memoria de la infancia!

Y nosotros teníamos a Coco y a Pedro, su kiosquito estaba a mitad de cuadra, pegadito a lo de Paula y Guille Toledo, en diagonal de la casa de Fernanda y Martita Bertazzo.

Coco Fernández cumplió 80 años (foto con su familia). “Conocí gente que no sabía que era mi viejo y me hablaron de su bondad, su compromiso con su kiosquito, su solidaridad. Siempre me sentí orgulloso de él”, destacó Gaby, hijo mayor, a El Apogeo Diario. ¡Feliz cumple, Coco!

Todo cerca, en la esquina el almacén de la abuela Teresa y la tía Maringa, a la vuelta, cruzando la calle grande, el Club Derqui y encima, si nos enfermábamos, teníamos al tordo Fulco en nuestra cuadra. Sí vecina, al más grande.

¿Cómo no íbamos a sobrevivir siguiendo adelante superando cualquier obstáculo si crecimos ahí donde teníamos todo lo necesario para ser felices?

El amor de nuestros viejos, la incondicionalidad de los hermanos y hermanas, la risa de la primera barra de la amistad, y, como si fuera poco, el resto de la vecindad para cuidarnos, doña Irma, la Chola, la rotisería de Margarita y la carnicería de Gino. 

Por eso mi cuadra fue la mejor del mundo mundial.

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