En diciembre de 2012 se sancionó la esperada ley de trata de personas. Pero, ¿qué significa la trata?
Con la expresión “trata de personas” nos referimos a la captación de personas para su posterior explotación en beneficio de otro, reducir o mantener a una persona en condición de esclavitud o servidumbre.
Por ejemplo, son conocidas las marcas de ropa o calzados famosas que usan a personas sin horarios, con salarios magros, hacinados en cuartos y sin protección sanitaria.
Habrá trata cuando:
se obligare a una persona a realizar trabajos o servicios forzados;
se promoviere, facilitare o comercializare la prostitución en beneficio de un tercero. En Francia, existe un fuerte movimiento para penalizar al que utilice prostitutas para satisfacer su apetito sexual. Es decir, se pena al cliente;
se promoviere, facilitare o comercializare la pornografía infantil o la realización de cualquier tipo de espectáculo con ese contenido;
se forzare a una persona al matrimonio o a cualquier tipo de unión de hecho;
se promoviere, facilitare o comercializare la extracción forzosa o ilegítima de órganos, fluidos o tejidos humanos.
Por supuesto que el consentimiento dado por la víctima de la trata o de la explotación no es válido.
Según la ley, el Estado garantiza a la víctima una serie de derechos, como el de recibir asistencia psicológica y médica gratuitas; recibir alojamiento, manutención y elementos de higiene; darle capacitación laboral y ayudarla a buscar empleo; recibir asesoramiento legal gratuito; darle protección eficaz frente a una posible represalia en su contra; otorgarle documentación si desea radicarse en el país o ayudarla a retornar a su lugar de origen si así lo solicitare; protegerla si debe prestar testimonio en alguna causa penal; proteger su identidad e intimidad; y darle asistencia al sistema educativo.
Para llevar adelante con todos los recaudos que establece la ley y proteger a las víctimas, se creó un organismo que se llama Consejo Federal para la Lucha contra la Trata y Explotación de Personas y para la Protección y Asistencia a las Víctimas.
Se creó, asimismo, un sistema sincronizado de denuncias, asignando el número telefónico 145 a fin de receptarlas durante las veinticuatro horas.
Se fijan penas importantes para los delincuentes. Por ejemplo, la simple promoción o facilitación o explotación económica de la prostitución de una persona, se pena entre 4 y 6 años de prisión.
Si se hace con engaños, fraude, violencia o amenaza o el delincuente es un familiar de la víctima o su tutor o curador o ministro de cualquier culto o funcionario público o miembro de una fuerza de seguridad, la pena se eleva de 5 a 10 años de prisión.
Si la víctima es menor de 18 años, la condena será de 10 a 15 años
Es un delito muy antiguo. Siempre se ha aprovechado de la ignorancia, la pobreza, la necesidad extrema de las personas para sojuzgarlas, engañarlas prometiéndoles un futuro promisorio o un trabajo digno.
No es fácil probarlo. Se requiere de una compleja investigación y lo más difícil es obtener los testimonios de las víctimas que saben que el delincuente tiene fuertes vínculos con el poder o con el funcionario local.
Las grandes marcas y, también, los que las falsifican, tienen numerosos lugares donde la confección se realiza en talleres clandestinos, con personas hacinadas, sin horas de descanso y con una paga miserable.
El suscripto tuvo una experiencia personal, en la Provincia de Santiago del Estero, donde a las personas que laboraban en el campo se les pagaba, exclusivamente, con alimentos, ropas o medicamentos que debían comprar en el almacén de propiedad de la propia empresa empleadora y a precios más elevados.
Eso también es una forma más de trata.
El Estado debe contar con un mecanismo de ayuda y apoyo bien aceitado y eficiente en cualquier región o ciudad de nuestro vasto territorio. Debe proteger a la víctima y a su familia y darle asistencia de todo tipo.
Son miles y miles de personas que sufren este flagelo diariamente pero que, por diversas causas, no lo denuncian o no se los atiende.
El hombre es el lobo del hombre.
por Dr. Andrés Rosso