por Victor Koprivsek
Voy a contar esta historia lo más sencillamente que pueda. Ya que su gran valor está ahí.
Tres hermanos de 74, el mayor, 67 el del medio y 64 el más chico, por estos días están pasando el tiempo de la cuarentena juntos en su casa materna.
¿Qué tiene de particular eso? Preguntará alguien, quizás.
Lo cierto es que los tres formaron sus familias, tienen hijas, hijos, nietos y hasta bisnietos. Llevaron adelante sus vidas luego del maravilloso tiempo de la infancia criados en esa casa; el mayor es lustrador de muebles, el del medio pulidor de metales y el más joven albañil.
Según me dijeron la casa está intacta, tal cual como la dejaron sus padres. Se hicieron muy pocas reformas y el estar los tres ahí, ya grandes y con la vida hecha, compartiendo ese lugar, me imagino en el comedor donde tantos recuerdos de pequeños deben vislumbrarse… ¿acaso pueden ustedes por un minuto apreciar la situación?
No es un cumpleaños o una Navidad que los reúne, es una cuarentena, es una pandemia que se cobró miles de vidas en el mundo y cientos en nuestro país.
“Mi papá se llamaba Nicolás David Cativa y mi mamá Antonia Teófila Navarro, eran de La Rioja. Yo nací en el Hospital Pirovano y unos pocos años vivimos en la calle O´Higgins cerca de la cancha de River, Núñez”, cuenta el mayor de los hermanos, Raúl, querido vecino de Derqui. Incluso muchos aseguran que Raúl es Derqui.
Todos estudiaron en esta ciudad, cuando formaron sus familias se mudaron bien cerquita de sus padres. Uno hizo su casita en el fondo del terreno, otro compró a media cuadra. Incluso la hermana, fallecida, vivió hasta su último día en esa casa donde los momentos maravillosos de la niñez escribieron ese capítulo inolvidable de la vida de cualquier persona.
“En esta casa nació mi hermano Nicolás Ricardo Cativa hace 67 años. Atendió a mi mamá en el parto doña Amábile. Hoy mi hermano tiene siete nietos. Después llegó Eduardo Martín Cativa de 66 años, nueve nietos”, repasa el vecino, el mayor de los tres. El próximo 18 de mayo cumple 74 pirulos.
“Soy abuelo de siete nietos y una bisnieta, la bisnieta, lo digo con orgullo, es derquina. Nació en la Maternidad Meisner.”
Padre de dos varones y la nena, el hombre ha colaborado con varias instituciones, la Sociedad de Fomento Barrio Cascote, los centros de Jubilados Antonio Toro y Siglo XX, “hoy, pasado los años, me siento emocionado de vivir en mi barrio Cascote, muy cerca se está haciendo el nuevo hospital, justo pegadito el Jardín 936, donde actualmente soy el presidente de la Cooperadora. Siempre haciendo cositas”.
El arraigo derquino, el amor a este lugar en el mundo no es algo que se pueda tapar o romper. Al contrario, la historia demuestra que, aunque siempre han castigado a esta ciudad, juzgado el sentimiento de pertenencia de sus habitantes y menospreciado el amor por esta tierra, nada ni nadie ha podido doblegar este sentir que emociona a Cativa y a tantos.
“Mi hermano Cacho, por esas cosas de la vida se mudó hace poco a la casa paterna, yo construí al fondo cuando me casé, y mi hermano Eduardo Martín, de bigote y pantalón corto, vive a metros. Hoy la cuarentena nos encuentra a los tres juntos compartiendo mucho tiempo en esta casa tan querida para nosotros”, dice emocionado.
“A veces nos ponemos a recordar cuando éramos chicos, nuestros viejos, hermosos recuerdos. Hoy quedamos tres de los cinco hermanos que éramos, mi hermana y otro hermano partieron así que imagínate lo que significa pasar la cuarentena juntos, antes prácticamente por cuestiones de trabajo casi nunca nos veíamos y ahora, lo que es la vida, nos estamos cuidando entre los tres.”
Crecer es formar la familia propia, amar y dejar aquel nido que cobijó los primeros pasos. El amor de hermanos es un amor poderoso, inigualable. Las ocupaciones, el trabajo, las amistades y las cosas naturales de la vida no nos dan, muchas veces, la oportunidad de regresar a ese paraíso perdido que se vislumbra en sueños.
Hace un mes que los recuerdos del ayer y las alegrías de hoy, abrazan a los tres hermanos Cativa en la vieja casa donde nacieron, donde sus padres y hermanos crecieron. Donde fueron y son felices.
Ya volverá el mundo a la “normalidad”. Pero la vida me cuenta al oído estas historias sencillas de barrio adentro, de raíces bien derquinas. Y siempre es un gusto darle forma con la palabra y compartirla con quienes sepan apreciar el valor de lo sencillo.
Buscando lo pequeño encontramos lo grande. Gracias muchachos por la confianza.