Fruto originario de América y de exportación al mundo entero, se lo conoce, según las regiones, como aguacate, palta, cura, avocado o abacate.
Su historia, de acuerdo con lo investigado por los arqueólogos que encontraron semillas en Perú enterradas con momias incas, data del año 750 a. C.; incluso, hay evidencia de que se cultivó en México alrededor del 1.500 a. C. Después de la llegada de los españoles y de la conquista de América, la especie se diseminó a otros lugares del mundo
En Argentina, Bolivia, Chile, Perú y Uruguay se la conoce como “palta”, palabra que proviene del quechua; éste es el nombre con el que se conoce a una etnia amerindia – los paltas – que habitó en la provincia de Loja, Ecuador, y al norte de Perú. Probablemente sea esta región el lugar descrito como la “provincia de Palta” por Garcilaso de la Vega en sus Comentarios Reales de los Incas de 1605 y conquistada por Tupac Inca Yupanqui. Aparentemente, éste sería el origen del nombre con que los incas bautizaron al fruto traído de la zona norte de su imperio y también el tiempo aproximado en que el árbol llegó de Ecuador a Perú, ya que se sabe que la conquista de las provincias norteñas por Tupac Yupanqui ocurrió entre 1450 y 1475.
Es un fruto que ayuda a mejorar la calidad de vida de quien lo consume ya que cuenta con la mayoría de los elementos requeridos para una dieta saludable, previniendo enfermedades y en algunos casos ayudando a sanarlas.
Tiene minerales, vitaminas, ácidos y aminoácidos. Su pulpa contiene gran cantidad de ácidos grasos monoinsaturados muy apropiados para el control del colesterol y de los triglicéridos; aporta vitaminas del grupo B.
Además, ya que su pulpa carnosa contribuye a la regeneración de los tejidos, sirve de base para numerosos productos cosméticos: cremas, jabones, emulsiones hidratantes, etc.
Rica y nutritiva, la palta o aguacate, es uno de los alimentos con más concentración de nutrientes y bien latinoamericana. Con un poquito de sal, aceite de oliva y limón, es la compañera perfecta de cualquier comida.